Nos hemos gastado una fortuna en discos y libros, pero hay que aprovechar la ocasión. Me hubiera llevado una veintena de Cds y libros de música que he visto aquí y que no venden en España, pero no se puede tener todo: la próxima vez será.
Un chocolate en Bewley's, en Grafton St., muy cerca de la famosa estatua de Molly Malone, quizá la tendera más fotografiada de Dublín, y una vuelta por los alrededores de la National Gallery, que ya visitamos la otra vez. Hemos aprovechado para ver de nuevo a nuestro amigo Oscar, que sigue igual que siempre, con su sonrisa picarona.
Y como no, la pinta de Guinness para despedirnos de Irlanda como es debido.
La catedral de San Patricio, tan hermosa y espectacular, como la última vez que la vimos.
Molidos, cansados y felices, acabamos nuestro periplo irlandés. Este es, sin duda, un gran país, de gentes amables, acogedoras y, sobre todo, bondadosas. De su belleza cultural y natural ya he hablado suficientemente aquí. De verdad, increíble.
Ahora nos queda el otro viaje, el interior. Pero ese viaje ha de hacerse poco a poco, sin equipaje ni horarios, reposando las vivencias y todo lo visto, oído y saboreado. Quizá algún día rebrote todo ello en forma de canción. Ojalá...
See you, Irish friends, cheers!
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