Y puestos en ruta, one more time. En el centro de visitantes hemos podido comprobar cómo cambia la cosa cuando son los británicos los que gestionan un monumento, aunque sea de carácter natural, como es la Calzada de los Gigantes. Todo perfectamente dispuesto para que compres y consumas a más no poder. Una vez superados los torniquetes de acceso, pago mediante de 8 libras, hemos encaminado nuestros sufridos pies a esa maravilla.
Las columnas de origen basáltico, con formas poligonales, causan estupor, os lo aseguro. Por cierto, os recomiendo que si queréis caminar sobre ellas no lo hagáis en un día lluvioso porque las puñeteras resbalan que da gusto.... Yo casi me mato hoy intentando emular al gigante Finn, el de la leyenda que da nombre a este capricho de la naturaleza.
Hay varias formaciones curiosas. A mí, particularmente, la que más me ha gustado es la que llaman 'The Giant's Pipe', unos 'tubos' de 12 m. de largo que se asemejan a los de un órgano de iglesia.
Hay varios itinerarios, aunque nosotros hemos elegido el más sencillo: tras 10 días de no parar, era el que más agradecían nuestras articulaciones.

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