Un guión original, aunque a mitad de la película desfallezca un poco. La tecnología del futuro (años 70 del siglo XXI) proporciona la posibilidad de viajar en el tiempo. Esto es aprovechado por organizaciones criminales para limpiar sus desaguisados, con la ayuda de los loopers, asesinos a sueldo encargados de aniquilar a los pobres desgraciados que son enviados hasta el año 2044 desde el futuro, donde, según parece, es imposible deshacerse de un cadáver. Pero ¿qué ocurre si a quien envían es a ti mismo, pero 30 años más mayor, con toda una vida a tus espaldas? Resultado: una serie de curiosas paradojas temporales que harán disfrutar a los iniciados en la temática 'Viajes en el Tiempo' y la llamada 'Paradoja del Abuelo'. La puesta en escena es original, evitando mostrarnos un futuro demasiado tecnificado, más cercano a la realidad. Increíble la caracterización de Joseph Gordon-Levitt como Bruce Willisjoven. Este último se mantiene en forma a pesar de sus cincuenta y muchos. Emily Blunt demuestra su habilidad para dar fuerza a sus papeles.... Y también para manejar un hacha.
Sobre todo al principio, hay todo un homenaje al cine negro clásico, aunque está más cerca del genero Cyberpunk. ¿Posible película de culto? Eso se verá en el futuro?! Curiosa de ver.
Cuarenta años. La mitad de una
vida, dicen. La edad en que supuestamente tu carácter, tus gustos, tus fobias,
tus creencias y costumbres ya deberían estar conformados. La edad en que uno ha
de aparentar SER, aunque la mayor parte del tiempo a duras penas logres
parecerte aaquello que soñaste algún
día, cuando tenías veinte años y la vida era una aventura, la amistad el viento
en las velas y los desengaños un cuento de viejos.
Por ser, yo he sido muchas cosas.
He sido un niño como tantos, jugando en el parque o en el patio del colegio:
canicas y chapas, fútbol, baloncesto, carreras, escondite y Monopoly, merienda,
caramelos sugus y donut de azúcar; he sido un colegial también como tantos, con
mi cartera colgada a la espalda, llena de libros que desentrañar y estuches
reventones de pinturas, lapices, bolis y gomas de borrar; he sido un joven
triste y soñador, un buen chico, un irresponsable, un aspirante a todo y a
nada, un romántico, un recolector de musarañas, un deportista de esguince
fácil, un librepensador con ideas progres, un contemplador de paredes desconchadas, un pertinaz rebobinador de
cintas de 90, un aficionado a la penumbra, un ávido
lector buscando su libro de cabecera, un fóbico de las multitudes y los actos
sociales, un ave nocturna en busca de su alma gemela; he sido estudiante,
ordenanza, mozo, militar, oficinista, informático, profesor, músico...; he sido
amigo y (pocas veces) enemigo, ángel y demonio, un santo varón y un irreverente
jovenzuelo.
Ha habido un tiempo para sentirse
(y sentarse) en la cima y otro para caer noqueado en la lona; un tiempo para
reír y otro para llorar; un tiempo para sentir y otro para anochecerse
anestesiado; hubo un tiempo para dejarse llevar por la corriente y otro para ir
a la contra; un tiempo para ser canto de río y otro para ser gema preciosa; un
tiempo para bailar y otro para escuchar y tocar buena música con los amigos, en
cocinas, bancos del parque, escenarios, para mucha o poca gente, con el fin de alegrarse o
deprimirse hasta los despojos del alma.
Hubo un tiempo para trabajar y
otro para vivir de las rentas; tuve dinero y dejé de tenerlo; tuve amigos y
dejé de tenerlos, aunque siempre permanecieron los buenos, los mejores, los
auténticos; hubo un tiempo para estar enamorado y comportarse como tal; hubo
también otro tiempo para la amargura y el desamor y la soledad; hubo un tiempo,
quizá el mejor, para ser pareja y compañero y amante y amigo y todo lo demás;
hubo un tiempo para sentirse fuera de juego y otro para sentirse perfectamente
integrado; hubo un tiempo en que todo tenía sentido y otro en que nada parecía
encajar; hubo un tiempo para romper con el mundo y otro para volver a empezar
de cero.
Y es que, amigos, cuarenta años
dan para mucho. Y no sólo hablo de lo que hice, sino de lo que dejé de hacer.
Probablemente pude ser mejor, hacer más, con más cabeza, con más sentido. Casi
seguro que pude haber sido mejor hijo, mejor hermano, mejor amigo, mejor
novio, mejor estudiante, mejor empleado, mejor compañero, mejor ciudadano,
mejor persona. Pude haber aprovechado mucho más las oportunidades que se me
brindaron. De todo eso estoy seguro. Supongo que
siempre me quedará el resquemor de no haber sido más de lo que fui, ese
aguijoneo constante del alma, ese pesar que, ahora sé, me acompañará hasta el
final de mis días: la tristeza por los trenes perdidos.
Sólo el tiempo dirá lo que nos
deparará el futuro. Sin embargo, por el momento, me atreveré a gritar aquello
de: ‘Que nos quiten lo bailao!’ Y que la fiesta prosiga. Yo sigo aquí para lo
que gustéis!
La hipocresía, el poder, las grietas del sistema financiero, el encubrimiento, la integridad personal frente a las presiones del exterior, la ocultación de los trapos sucios para vender una falsa imagen de éxito familiar y profesional... Estupendamente narrada, esta entretenidísima película cuenta con una más que estimable actuación de Richard Gere -63 años, cualquiera lo diría...-, además de la siempre sobresaliente Susan Sarandon, y ese personaje, un remedo de teniente Colombo, que se saca de la manga el algo desganado Tim Roth. Entre los secundarios destaca la bella Laetitia Casta. Notable mezcla de géneros, intriga criminalyfinanciera, El fraude podría ser La hoguera de las vanidades del siglo XXI. Si hasta está ambientada en Nueva York! Muy, pero que muy recomendable.